Pedrito el mentiroso
Pedrito siempre inventaba historias. Tenía mucha imaginación y sus
historias eran tan disparatadas que nadie lo tomaba enserio y por eso le
llamaban "Pedrito, el mentiroso"
- Mamá, ¡anoche vino un extraterrestre a mi habitación y me llevó a la Luna! – le dijo una mañana a su mamá.
- Pedrito hijo, ¡Qué cosas tienes! – le dijo su madre.
Un día de vacaciones, Pedrito se fue al campo y encontró una casa muy antigua de la que salían ruidos muy extraños.
- Mamá, ¡anoche vino un extraterrestre a mi habitación y me llevó a la Luna! – le dijo una mañana a su mamá.
- Pedrito hijo, ¡Qué cosas tienes! – le dijo su madre.
Un día de vacaciones, Pedrito se fue al campo y encontró una casa muy antigua de la que salían ruidos muy extraños.
- ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? –gritó.
Pero nadie salió de la casa, así que Pedrito abrió la puerta y… alucinó cuando vio lo que había dentro.
- ¿Quién eres? ¿Qué es eso? – preguntó.
Allí había un anciano con gafas de culo de vaso rodeado de cacharros y una especie de máquina gigante.
- No te puedo decir qué es esto, niño. ¡Vete de aquí anda! – le dijo el anciano.
Pero Pedrito no se fue. Se escondió y, sin que el anciano se diera cuenta, se metió dentro de la máquina.
- ¡Ahora sí! ¡Por fin funcionará después de tantos años! – dijo el anciano en voz alta.
De repente, se encendieron un montón de luces, empezó a salir humo y la máquina comenzó a moverse muy rápido hasta que por fin paró.
La puerta se abrió y Pedrito asomó la cabeza. Todo era blanco a su alrededor.
- ¿Dónde estoy? – se preguntó.
Pero, de un golpetazo, la puerta se volvió a cerrar, se volvieron a encender las luces , salió todo ese humo y se volvió a parar.
Cuando la puerta se abrió, Pedrito vio al anciano mirándolo atónito.
- Pero, ¿qué estás haciendo ahí? - Le preguntó el anciano.
Pedrito, muy sorprendido, sólo quería saber qué era lo que había pasado.
Pero nadie salió de la casa, así que Pedrito abrió la puerta y… alucinó cuando vio lo que había dentro.
- ¿Quién eres? ¿Qué es eso? – preguntó.
Allí había un anciano con gafas de culo de vaso rodeado de cacharros y una especie de máquina gigante.
- No te puedo decir qué es esto, niño. ¡Vete de aquí anda! – le dijo el anciano.
Pero Pedrito no se fue. Se escondió y, sin que el anciano se diera cuenta, se metió dentro de la máquina.
- ¡Ahora sí! ¡Por fin funcionará después de tantos años! – dijo el anciano en voz alta.
De repente, se encendieron un montón de luces, empezó a salir humo y la máquina comenzó a moverse muy rápido hasta que por fin paró.
La puerta se abrió y Pedrito asomó la cabeza. Todo era blanco a su alrededor.
- ¿Dónde estoy? – se preguntó.
Pero, de un golpetazo, la puerta se volvió a cerrar, se volvieron a encender las luces , salió todo ese humo y se volvió a parar.
Cuando la puerta se abrió, Pedrito vio al anciano mirándolo atónito.
- Pero, ¿qué estás haciendo ahí? - Le preguntó el anciano.
Pedrito, muy sorprendido, sólo quería saber qué era lo que había pasado.
- Llevo muchísimos años trabajando en esta máquina y, si todo ha salido bien, creo que has viajado a la luna.
Pedrito no podía creerlo…¡Había viajado a la luna!
No tardó ni un segundo en salir corriendo para contárselo a todo el mundo, pero, como era de costumbre, nadie lo creyó.
- Si no me creéis, ¡venid conmigo! – les dijo a todos.
Todos fueron en busca del anciano, pero cuando llegaron a la vieja casa, allí sólo había trastos. No había ni rastro de la máquina o del hombre.
Nadie lo creyó y Pedrito se dio cuenta aquel día de que no le merecía la pena mentir a todo el mundo con sus historias porque si no nadie le creería cuando contase la verdad como en aquella ocasión.
Pedrito no podía creerlo…¡Había viajado a la luna!
No tardó ni un segundo en salir corriendo para contárselo a todo el mundo, pero, como era de costumbre, nadie lo creyó.
- Si no me creéis, ¡venid conmigo! – les dijo a todos.
Todos fueron en busca del anciano, pero cuando llegaron a la vieja casa, allí sólo había trastos. No había ni rastro de la máquina o del hombre.
Nadie lo creyó y Pedrito se dio cuenta aquel día de que no le merecía la pena mentir a todo el mundo con sus historias porque si no nadie le creería cuando contase la verdad como en aquella ocasión.
Aprendió la lección y nunca más mintió, hasta que con el paso del
tiempo, cuando volvió a contar la historia del viaje a la luna, por fin
todos le creyeron.
FIN
AUTOR: Irene Hernández.
TOMDO DE:
http://www.cuentoscortos.com/cuentos-originales/pedrito-el-mentiroso
Dos enanitos en la clase de magia del profesor Tarandulo
A la clase de magia del mago Tarandulo llegaron dos enanitos
que aseguraban ser magos.
-De verdad, somos enanitos magos -dijo Cospetín.
-Los únicos de nuestra especie -dijo Cospetón.
Y así Cospetín y Cospetón lograron ser aceptados en la clase
de magia del mago Tarandulo.
Pasaron los días y el mago Tarandulo empezaba a preguntarse
si los enanitos habían dicho la verdad, pues no les había visto aún dar una con
ningún hechizo. Fue por eso que decidió llamarlos a su despacho:
-A ver, enanitos -dijo el mago Tarandulo-, ¿qué pasa con
vosotros? No veo ni rastro de magia en vosotros. Si no conseguís hacer algo en
los próximos días tendré que mandaros a casa.
Pero ni Cospetín ni Cospetón tenían ganas de regresar a
casa. Habían contado a todo el mundo que podían hacer magia y que por eso les
habían admitido en la escuela del mago Tarandulo. Si les expulsaban iban a ser
el hazmereir de todo el reino. Así que idearon un plan.
-Cospetín, creo que lo que tenemos que hacer es alguna
travesura para que el profesor Tarandulo no se fije en nosotros. Así podremos
aguantar hasta final de curso.
-Estoy de acuerdo, Cospetón.
Al día siguiente estropearon todas las varitas de sus
compañeros magos, así que ninguno pudo terminar sus hechizos.
-Perfecto, hoy nos hemos librado -dijo Cospetín-. Como nadie
ha conseguido hacer su trabajo ni se ha notado que nosotros tampoco.
Al día siguiente, los enanitos echaron unos polvos casi
invisibles que cambiaron de color las pócimas mágicas de todos sus compañeros.
-Perfecto -dijo Cospetón-. Ni se ha notado que nosotros no
sabíamos hacer los brebajes.
Y así, día tras día, Cospetín y Cospetón echaron a perder
todos los hechizos, experimentos y trucos de su compañeros.
Un día, poco antes del final de curso, el mago Tarandulo se
dirigió a sus alumnos y les dijo:
-Sé que, entre vosotros, hay alguien que ha estado chafando
todas clases desde hace meses. Si el culpable, o culpables, no se entrega a
primera hora de la mañana, os convertiré a todos en sapos.
Cospetín y Cospetón se echaron a temblar. Pero no dijeron
nada.
La mañana siguiente llegó y los dos enanitos se presentaron
en clase con la esperanza de que el mago Tarandulo no cumpliera su amenaza.
Entonces se fijaron en que todos sus compañeros tenían una pócima sobre la
mesa.
-¡Qué extraño! -dijo Cospetín-. No sabía que había tarea
para hoy.
-No la había -dijo un compañero-. Es para que el hechizo no
haga efecto. Nos lo enseñó el mago Tarandulo a principio de curso. ¿No
recordáis?
Pero no le dió tiempo a decir más, porque en ese momento
entraba por la puerta el mago Tarandulo.
-¿Ya tenemos culpables? -preguntó. Pero nadie respondió-.
Entonces, allá voy.
Todos los alumnos se tomaron sus pócimas. Todos menos los
enanitos, que no tenían.
-Pursus patum catarsos flemin… -empezó a recitar el mago
Tarandulo.
-¡Espere, espere! -gritaron los enanitos-. ¡Fuimos nosotros,
fuimos nosotros!
-Ya lo sabía -dijo el mago Tarandulo-. Estoy muy
decepcionado. No solo por las travesuras, ni por las mentiras, sino sobretodo
porque ibais a dejar que todos cargaran con la culpa de vuestras fechorías.
Solo cuando habéis visto que todos tenían un remedio menos vosotros es cuando
habéis confesado. Como castigo os quedaréis todas las vacaciones aquí,
arreglando la escuela. Y no volveréis a casa hasta que consigáis hacer magia.
Y así Cospetín y Cospetón aprendieron la lección. Y, con el
tiempo, se convirtieron en magos, los dos únicos magos de su especie.
FIN
Autor: Eva María Rodríguez
TOMADO DE:
http://www.cuentoscortos.com/cuentos-originales/dos-enanitos-en-la-clase-de-magia-del-profesor-tarandulo
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